Chicago es una ciudad con una enorme área metropolitana llena de autopistas siempre colapsadas. Afortunadamente al entrar en el centro el panorama cambia radicalmente y te encuentras una ciudad a la orilla del lago Michigan (otro de los grandes lagos) con calles anchas dispuestas en cuadrícula donde los parques comparten el espacio con edificios art-decó y rascacielos modernos.
En 1871 hubo un gran incendio que arrasó todo el centro de la ciudad. Las autoridades decidieron dejar de construir casas de madera y volver a reconstruir con edificios de piedra o metal.
Por esta razón hay muchísimas edificaciones de finales del S.XIX y principios del S.XX que le dan un aire neogótico colorido, como recién salido de una película de Batman. Que una parte del metro no sea subterráneo sino que pase elevado por encima de estructuras metálicas ayudan a crear esta sensación de ciudad anclada en el pasado.