viernes, 19 de abril de 2019

Oradour-sur-Glane y Carcassonne. Día 7. Volviendo a casa. Normandía en autocaravana.

Seguimos avanzando hacia Tarragona. El viaje de ida hasta Normandía que hicimos en un día se hizo eterno. La vuelta, en la que nos vamos aproximando poco a poco y parando para hacer visitas es mucho más soportable.

Llegamos a Oradour-sur-Glane a media mañana. Este pueblo fue destruido por una compañía de la División SS Das Reich alemana, el 10 de julio de 1944, días después del desembarco de Normandía mientras eran movilizados hacia el norte. Murieron 642 personas, algunas fueron ametralladas y quemadas en la iglesia y otros fueron heridos en las piernas para que murieran desangrados poco a poco. Algunos de los fallecidos eran republicanos españoles exiliados de la Guerra Civil que habían llegado a Francia buscando un lugar donde vivir tranquilos.

Después de la masacre el pueblo fue objeto de pillaje y posteriormente se le prendió fuego, lo que permitió que la población quedara tal y como estaba. Al final de la guerra, las ruinas de la población fueron mantenidas en su estado por orden del gobierno francés, como recuerdo de este crimen y símbolo de los sufrimientos causados por la ocupación nazi.


Esta zona era irrelevante desde el punto de vista militar y se cree que simplemente fue una práctica de terror y violencia intimidar a la oposición de la población civil y la acción de los partisanos y guerrilleros.





Recorremos las calles del pueblo, donde solo quedan casas semiderruidas y objectos metálicos que no fueron destruidos por el fuego, y que han quedado en sus emplazamientos originales: estructuras de camas, cochecitos de bebés, muchas máquinas de coser, coches, hornos, bicicletas, armazones de mesas y sillas...




Es un lugar donde comprendes que recordar la historia es la única manera de no repetirla. Éste era un pueblo próspero, con muchos comercios, fábricas de tejidos, una estación de tren, oficina de correos, dentista, médicos, y colegio, uno de "filles" y otro de "garçons".





















Hemos parado a comer en un merendero junto al río y hemos seguido avanzando hacia el sur, hasta llegar a Carcassonne cuando ya anochecía.



En Carcassonne junto a la zona del castillo hay habilitadas unas amplias explanadas de parking para los visitantes de La Cité. De 20 a 8 h son gratuitos y aparcamos en uno de ellos para pasar la noche. 

Decidimos ir a cenar a La Cité y visitarla de noche. Hay que decir que a las 10 de la noche solo hay catalanes y españoles paseando por la zona, los turistas de todos los demás países se han ido a dormir.

Nosotros ya habíamos visitado Carcassonne hace unos 15 años, por lo que Edgar y Hugo no recuerdan apenas nada de la ciudad. 

La visita de noche tiene un encanto especial, con las murallas iluminadas y un halo de misterio. Hemos paseado por algunas de las calles hasta llegar al corazón de La Cité, el castillo condal, que evidentemente a estas horas está cerrado, pero que podemos ver a través de las rejas de la puerta del puente de acceso. También salimos de la muralla más interna y damos toda la vuelta al recinto por el amplio paseo que se encuentra entre las dos murallas más exteriores.








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