martes, 4 de julio de 2017

Delta del Danubio. Tulcea.


Teníamos 150 km de trayecto de Eforie hasta Tulcea. La carretera estaba en muy buen estado, cosa que nos ha sorprendido porque habíamos leído comentarios del mal estado de conservación de la red viaria. Eso sí, hemos encontrado varios pasos a nivel sin barrera.

Durante el viaje nos ha sorprendido la cantidad de rebaños de ovejas y vacas que hemos visto. También nos hemos cruzado varias veces con personas que viajaban en un carro tirado por caballos.

"Waterfront" en Tulcea

Al llegar a Tulcea hemos ido directamente al muelle donde nos esperaba el barco de la excursión que ya teníamos contratada con Deltaescapetravel.

En un barco pequeñito tipo balsa hemos recorrido durante seis horas una ínfima parte del Delta del Danubio el cual es enorme y está declarado Reserva de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad. Las lanchas rápidas nos adelantaban creando olas que hacían que nos balanceáramos.

Lancha rápida sobre el Danubio y mezquita al fondo

En el delta habitan infinidad de especies animales, algunas se ven como las aves y otras no, porque el agua es de un color verde oscuro nada transparente por lo que los peces no se aprecian, aunque a veces se les ve saltar.  La flora también es muy abundante y variada. Cabe destacar lo frondosas que son las orillas, pobladas de grandes árboles.





El patrón de barco sólo hablaba rumano y no ha hecho ningún esfuerzo por comunicarse con nosotros, así que la explicación de la ruta ha sido nula, pero hemos podido contemplar los diferentes paisajes del delta, bosque, marisma, juncos, adentrándonos en canales cada vez más estrechos, cuyas orillas estaban ocupadas por pescadores con muchas cañas cada uno de ellos. Algunos tenían montados verdaderos campamentos de pesca.






El delta es un lugar privilegiado para la observación de aves. Nos hemos cruzado con un montón de especies de pájaros diferentes, de la mayoría de los cuales no sabemos su nombre. Hemos sabido distinguir grullas, pelícanos, garzas, patos y gaviotas.

También volaban a nuestro alrededor grandes libélulas con el cuerpo y las alas de un color azul oscuro muy curioso.














Hemos parado a comer en un pintoresco lugar a la orilla de nuestra ruta. El menú consistía en el pescado más fresco que hemos comido nunca, porque lo acababan de pescar del río y estaba cocinado de diferentes maneras: lucio y carpa hervido con patatas y alioli, sopa de pescado con tomate y cebolla y pescado frito crujiente. Para acompañar la comida las únicas bebidas disponibles eran agua con gas y Țuică casero (aguardiente de ciruela) . Nosotros apenas lo hemos olido y dado un sorbito, pero nuestros compañeros de mesa, que navegaban en otra embarcación, se han acabado la botella y se reían por cualquier cosa.





En el camino de vuelta hemos estado rodeados por enormes cantidades de polen que caían de los árboles de las orillas a modo de lluvia, y acababan cubriendo toda la superficie del río.

Por la tarde ha habido un momento en que los pájaros volando se nos cruzaban constantemente, la sensación de estar inmerso en la naturaleza era maravillosa.



Libélulas de alas azules

Pelícano





De vuelta a Tulcea, 6 horas después, hemos paseado un poco por el centro de la ciudad que no tiene nada especialmente destacable.

Hemos cenado en el Restaurant Central, mientras nos servían los platos se nos hacía la boca agua mirando los espectaculares postres que pedían los comensales de las mesas cercanas y imaginando cual de ellos nos íbamos a tomar. Cuando ha llegado la hora de pedir el postre, resulta que los suministraba la pastelería anexa la restaurante que acababa de cerrar y nos hemos quedado desilusionados y con las ganas de un trozo de pastel.

Edificio abandonado en el centro de Tulcea

Plaza del ayuntamiento en Tulcea

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