De camino a Honfleur atravesamos muchos pueblos muy pequeños y todos con casas preciosas. El paisaje es muy plano, sin montañas y con vegetación frondosa o granjas donde cultivar manzanas y hacen sidra artesana.
Honfleur es un pueblo muy turístico que se encuentra junto a un puerto en la desembocadura del río Sena.
Toda la zona del puerto, formada por un muelle en forma de U, está llena de casas pintorescas, algunas recubiertas con pizarra en forma de ladrillos. Hay muchos bares, restaurantes, puestos de venda de galettes y también una fortaleza de piedra que ocupa todo un extremo de muelle (la Comandancia o Lieutenance). Este pueblo no fue bombardeado y se conservan los edificios originales.
Hemos almorzado galettes au beurre salé, (galette con crema de mantequilla salada), una combinación curiosa de dulce y salado que es muy típica de los dulces de esta zona.
En los alrededores del puerto se encuentran un par de calles con tiendas de recuerdos por las que también merece la pena pasear.
En el puerto hay actividad pesquera y unos puestos de venta de pescado fresco recién traído por los barcos.
Aunque hemos llegado temprano ya había mucha gente y muchos coches. Junto al puerto hay un parking (4€ el día los turismos y 11€ las autocaravanas con llenado y vaciado de agua). Como solo íbamos a estar un rato hemos aparcado en las afueras del pueblo, detras de Lidl, en unas calles anchas y bastantes vacías de vehículos que hay junto a la ría.
Hemos entrado en el Lidl y tenían una amplia variedad de quesos de Normandía. Hemos hecho acopio de ellos y nos hemos alegrado de encontrar el Neufchatel AOC, un queso en forma de corazón típico de esta zona. Hay que decir que ahora, cada vez que abrimos la nevera la autocaravana se llena de un intenso aroma a queso-pies que Edgar encuentra insoportable.
Al salir de Honfleur, direccion Le Havre hemos atravesado el Puente de Normandía. Es de pago, porque es autopista y muy espectacular. Cuando lo cruzas atraviesas el Sena y se ve su desembocadura.
Habíamos leído opiniones bastante negativas sobre Le Havre, que era una ciudad de hormigón gris y sin ningún atractivo, pero después de visitarla hemos de decir que no estamos en absoluto de acuerdo con estas afirmaciones. Sí que es una ciudad donde el hormigón domina, pero los edificios están construidos con buen gusto y la ciudad mantiene una armonía agradable con zonas peatonales y verdes.
Le Havre fue casi totalmente destruida por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial ya que soportó 132 bombardeos. En 1945 el Ministerio de la Reconstrucción encargó a un equipo de arquitectos liderados por Auguste Perret la reconstrucción de la ciudad en la que el material a emplear había de ser el hormigón y la disposición de las calles una trama ortogonal.
La iglesia de Saint-Joseph es espectacular. Desde fuera solo se ve una gran torre de hormigón oscuro pero en el interior los miles de fragmentos de vidrieras de colores dan al espacio una luz y una apariencia mágica.
Los dos edificios de la biblioteca en los que también hay un teatro y restaurantes están situados en un parque junto a un ancho canal, paralelo al río Sena, que atraviesa de ciudad. También es de hormigón pero de formas curvilíneas que recuerdan a una chimenea de central nuclear o a un volcán. Está rodeada de fuentes, y en una de ellas junto a una estatua de una mano abierta se encuentra la inscripción del arquitecto Oscar Niemeyer "Un jour comme cette eau, la terre, les plages et les montagnes à tous appartiendront".
El ayuntamiento, totalmente cuadriculado todo él, es muy original, también nos ha gustado. Los edificios de viviendas están construidos en hormigón claro pero no son totalmente lisos, tienen adornos y muchas paredes están hechas con molduras
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