martes, 15 de julio de 2014

Mostar, Sarajevo. Día 12.

Abandonar Montenegro ha sido como hacer un viaje al pasado, teníamos que cruzar la región entre Kotor y la frontera con Bosnia-Herzegovina por el interior, una región montañosa. Mientras atravesábamos aldeas con pajares nos hemos encontrado a trozos carreteras con el asfalto lleno de baches, otros donde la calzada se estrechaba y las líneas desaparecían, túneles sin iluminación, mezclado con tramos de doble carril en las zonas de subida.


Al llegar a la frontera con Bosnia-Herzegovina el panorama ha cambiado a peor. El puesto fronterizo más modesto que jamás nos habíamos encontrado estaba allí: un módulo prefabricado en la orilla de la carretera con un policía dentro y otro fuera de pie en medio de la calzada y una barrera que se levantaba a mano.



En Bosnia los vehículos son todavía más antiguos que en Montenegro, hemos compartido asfalto con cafeteras rodantes, varios camiones antiguos estilo soviético todos del mismo color verde, rebaños de ovejas y alguna vaca paseando.

En los pueblos que cruzábamos había muchos edificios a medio construir o a medio derruir y las barreras quitamiedos de la carretera estaban oxidadas.

Hemos llegado a Mostar, ciudad en la que estuvieron los cascos azules españoles tras la guerra de los Balcanes. Lo primero que encuentras al entrar en la ciudad desde el sur son dos cementerios, uno a cada lado de la carretera.

La ciudad quedó prácticamente destruida en la guerra, todavía hay muchos edificios con señales de metralla en las fachadas, algunos con boquetes provocados por las bombas, otros casi destruidos y abandonados, muchos reconstruidos y alguno apedazado.



En la ciudad hay una extraña mezcla de culturas: mezquitas y sus minaretes con iglesias católicas, escritura latina con cirílica, locales para tomar el te al estilo árabe junto con carteles de Coca-cola. El campanario de la iglesia franciscana, reconstruido tras la guerra es el edificio más alto de a ciudad y rebasa en 10 m la altura de la más alta de las mezquitas.



Al llegar estaban llamando a la oración de las 13 h desde las mezquitas y hemos ido a visitar el monumento más famoso de Mostar, y que da nombre a la ciudad Stari Most (puente viejo) . El puente de piedra fue construido bajo las órdenes del sultán del imperio otomano en 1566 y reconstruido tras la guerra. Parece que es tradición que cada rato un arriesgado mostariense se tire desde el puente al río ante el regocijo de los turistas.






Comer en Bosnia parece que es muy barato y hemos comido por 27 € en el Restorant Kuluk, con vistas al puente. De postre hemos pedido Baklava, un ríquísimo y contundente dulce típico de la zona.



Hemos paseado entre las mezquitas, hemos visitado una casa turca, Biscevica Cosak, y hemos llegado a la Plaza España, donde hay un monumento conmemorativo a los cascos azules del contingente español fallecidos en este país durante su misión humanitaria. También hay un edificio inspirado en una plaza de toros que actualmente es un colegio.







El camino hasta Sarajevo ha discurrido tranquilamente entre montañas, pueblos y pajares.

Al llegar a Sarajevo hemos visto un barrio de bloques de viviendas, actualmente habitados, con las fachadas llenas de impactos de metralla y con todavía algún boquete grande en las paredes. Ponía los pelos de punta pensar que mientras los bombardeaban quizás las familias que vivían allí también se encontraban en sus casas. Mientras atravesábamos Sarajevo hemos vuelto a contemplar un panorama similar al de Mostar, una mezcla de edificios nuevos y otros sin reconstruir, parece ser que poco en este país se salvó de los ataques de unos y otros.

Ha sido un día instructivo, aunque la guerra acabó hace casi 20 años sus huellas siguen siendo visibles y ver tan de cerca los horrores que causó nos hace reflexionar sobre la necesidad de evitarlas.

Nos ha costado muchísimo encontrar el apartamento de esta noche, vueltas y más vueltas por calles empinadas, pero al final lo hemos conseguido.

Le hemos preguntado a la chica que nos esperaba que nos resultaba curioso que todo estuviera lleno de mezquitas pero que por las calles apenas habíamos visto a ninguna mujer con velo y nos ha explicado que aquí el 90 % de la población es musulmana pero que las mujeres visten según la moda occidental y sin pañuelo en la cabeza.

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