Hemos empezado por el valle del Ambroz. De camino a Hervás, la ciudad principal del valle. Hemos parado en Segura de Toro, un pueblo pintoresco, de calles empinadas, casas de piedra y una iglesia que se encuentra a dos calles del campanario.
En la plaza del ayuntamiento hay un toro de origen vetón (celta). En las afueras del pueblo podemos encontrar una piscina fluvial, hemos parado a verla pero no nos hemos bañado.
En las afueras del pueblo hay algunas rutas a pie atravesando bosques de castaños pero tampoco hemos recorrido ninguna, hacía mucho calor y queríamos llegar antes del mediodía al final del valle.
Siguiendo el valle de Ambroz el paisaje es bastante seco, y finalmente, después de un rato de curvas llegamos al pueblo de Hervás, el más grande de la zona.
Tiene varios atractivos turísticos que visitar, vías abandonadas de tren (la estación cerró en 1984), un barrio judío bastante bien conservado en el que destaca la vista desde el río atravesando el puente romano de piedra. Junto al puente romano también se encuentra el obrador de pan y pasteles de los hermanos Herrero, donde hemos comprado una empanada de chorizo y varios tipos de pastas típicas de la zona.
Paseando por el pueblo encontramos edificios antiguos tradicionales restaurados y muy bien conservados, calles estrechas y la iglesia en la parte más alta de la colina.
En las afueras del pueblo llama la atención un edificio con un aire ligeramente oriental que en realidad es un museo de coches y motos de época al que nosotros no hemos ido.
Después de comer nuestra ruta ha seguido hacia el valle del Jerte, por la carretera CC-102 atravesando el puerto de Honduras. Sólo salir de Hervás y empezar a ascender la montaña el paisaje ha cambiado completamente y nos hemos encontrado atravesando un bosque frondoso de castaños y robles, muy húmedo y con el suelo cubierto de helechos.
Al llegar al puerto hemos parado, corría un aire fresco y la temperatura era 10 º inferior que en el fondo del valle. Desde aquí ya hemos empezado a entreveer que nos íbamos a encontrar en el valle del Jerte, otro cambio drástico de vegetación y paisaje.
El valle del Jerte, como seguramente ya sabeis todos está dedicado al cultivo de cerezos. La parte baja del valle y las laderas hasta bien arriba de la montaña formando terrazas están ocupadas por este cultivo, siendo evidente la línea que separa el bosque del cultivo de cerezos. Tiene que ser impresionante en la época del flor del cerezo ver esta extensión tan grande ocupada por los característicos colores blanco y rosa.
Hemos llegado hasta el pueblo del Jerte donde queríamos hacer una excursión para visitar la Garganta de los Infiernos. En el Centro de interpretación nos han informado que debido al incendio que todavía estaba activo sólo podíamos acceder hasta la zona de los Pilones, que el resto de la ruta estaba todavía cortada al público por los servicios de extinción de incendios.
La ruta a pie hasta los Pilones, de una media hora de subida y otro tanto de bajada es muy agradable, un camino muy bien marcado que discurre a trozos por el bosque nos lleva hasta uno los rincones más sorprendentes de esta región.
El río baja formando pozas a diferentes alturas y cascadas, sobre rocas de color blanco ceniza de formas redondeadas por la erosión.
Un agua cristalina nos deja ver en el fondo rocas de todos los tamaños que son casi esferas perfectas, y van desde guijarros a piedras como sandías de grandes. Hemos estado remontando el río, los niños con mucha más facilidad que sus padres, deslizándonos por los toboganes naturales que formaban las caidas de agua, bañandonos en las diferentes pozas, grandes, pequeñas, medianas, a trozos muy hondas, y dejando que los chorros de agua nos cayeran en la espalda.
Toda una experiencia de spa en plena naturaleza mientras divisábamos “pajaros” sobrevolar sobre la parte alta de la montaña. Al salir del agua una enorme roca nos esperaba para podernos secar y descansar en ella antes de emprender la bajada.
Contentos y cansados hemos regresado a Plasencia a pasar la noche.
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