Hoy es nuestro último día con la familia Domínguez y después de recoger las cosas y desocuparles la casa nos hemos ido todos juntos a ver Jerez de los Caballeros, un pueblo donde tres campanarios ricamente adornados y la muralla de la alcazaba conforman el skyline. En el interior de la alcazaba se encuentra el ayuntamiento y todo el recinto está cuidado con detalle, jardines y bancos ocupan el espacio donde los habitantes del pueblo junto con algún turista pasean y disfrutan de las vistas sobre toda la zona.
De allí nos hemos ido a una Dehesa municipal que hay en Salvaleón. Llevamos tres días contemplando este paisaje de dehesa, pero todos los campos son privados y no se puede acceder. En este pueblo tienen una gran extensión dedicada a pastos comunales y hemos podido pasear un rato entre las encinas mientras algunos se subían a los árboles y hemos podido vislumbrar a lo lejos algunos animales pastando. También hemos visitado una tumba megalítica situada en un pequeño montículo de la dehesa.
Salvatierra de los Barros ha sido nuestro siguiente destino, y allí los hermanos Pérez nos han enseñado muy amablemente su alfarería. Nos han hecho una demostración con el torno en la que todos nos hemos quedado asombrados de cómo hacer un cerdito de barro. La alfarería es uno de esos oficios tradicionales que se están perdiendo, por el cambio de costumbres de los consumidores, por la competencia de los países asiáticos que imitan cualquier objeto a precios más baratos y por la falta de interés de las nuevas generaciones en estos oficios que requieren muchísimas horas de aprendizaje. De las 50 alfarerías que había en el pueblo hace 30 años sólo quedan actualmente una docena que sobreviven con dificultades.
Después de comer en el mismo pueblo, un menú del día con una excelente relación calidad-precio en el restaurante El refugio, nos hemos separado de la familia Domínguez y hemos emprendido rumbo a Mérida.
En un par de horas hemos visitado los monumentos más emblemáticos de las ciudad, el acueducto de los milagros, situado en una zona ajardinada con mucho encanto, el puente romano junto al acueducto y otro puente romano que fue el más largo del imperio romano junto a la alcazaba. Hemos visto la alcazaba por fuera y nos hemos acercado al Arco de Trajano y al Templo de Diana, que nos ha gustado mucho.
Para acabar hemos entrado al recinto donde se encuentran el Teatro y el Anfiteatro romano. Para alguien de Tarragona, como nosotros, la visita a estos dos monumentos nos ha sabido a poco en relación al precio de la entrada ( 12 € los adultos y 6 € los menores de edad), lo único que nos ha llamado la atención ha sido las columnas que cierran el “escenario”.
De camino a Cáceres, donde nos alojaremos durante dos noches hemos parado enla Iglesia visigoda (aunque algunos estudios recientes afirman que es mozárabe) de Santa Lucía del Trampal en las afueras de Alcuéscar.
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