Abandonamos la costa y nos dirigimos al noreste del país. El camino a la región de Suceava ha sido largo y variado. Hemos vuelto a ver carros tirados de caballos como medio de locomoción, señoras con pañuelos en la cabeza, e incluso se nos ha cruzado un cerdo por la carretera que huía mientras su dueña le perseguía tirándole piedras.
Para cruzar el Danubio de camino al norte no existen puentes y hay que tomar un ferry en el puerto fluvial de Galati. El cartel de tarifa anunciaba los precios: 20 lei coche con conductor, 1,5 lei cada pasajero y 1 lei cada oveja.
Hemos estado durante mucho rato por la carretera atravesando pueblos uno tras otro, que consisten simplemente en una hilera de casas apiñadas al borde de la carretera, sin aceras y sin ninguna calle posterior. A ratos el carril de circulación prácticamente rozaba las puertas de las casas. El camino se ha hecho interminable porque la velocidad máxima era de 50 y casi no avanzábamos. En la puerta de muchas casas hemos visto pozos y no sabemos si es que no disponen de agua corriente en las viviendas.
En algunas carreteras principales se circula de una manera curiosa, el arcén es bastante ancho y los vehículos lo usan para circular y el carril normal es para adelantar.
Después de muchas horas en coche hemos llegado a Targu Neamt y hemos subido caminando por una cuesta empinada hasta la fortaleza de Cetatea Neamt, un hermoso castillo restaurado con dependencias como la cámara de torturas, la despensa, el dormitorio, la sala de armas y un espléndido mirador a todo el valle.
Tras la visita al castillo, hemos empezado la ruta de los monasterios. El primero ha sido el de Agapia Din Vale que es espectacular. La fachada y todo el recinto interior está formado por balcones de madera llenos de jardineras con flores de colores. La iglesia blanca en el centro del recinto armoniza con los colores que le rodean. 400 monjas vestidas totalmente de negro viven entre este monasterio y el de Agapia din Deal (el cuál no hemos visitado). Las misas ortodoxas rumanas son recitadas, y más monótonas que las misas ortodoxas rusas donde se canta continuamente lo que hace despertar un sentimiento de espiritualidad más profundo.
La siguiente parada ha sido el monasterio de Varatec, a 8 km del anterior. Las flores también son una parte importante de la decoración del recinto, aunque el patio es más abierto. Las cúpulas de la iglesia están coronadas por unos adornos amarillos muy curiosos. Como era un poco tarde la iglesia estaba ya cerrada y no hemos podido verla por dentro.
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