Por primera vez en mi vida me ha despertado el croar de las ranas. El camping donde hemos dormido estaba al lado del río y las ranas han ganado en volumen al piar de los pájaros.
Después de muchas dudas, pues la previsión meteorológica anunciaba tormenta, nos hemos decidido a hacer una ruta en kayak por el río Gauja. Justo al lado de nuestro camping Ozolkalns, hay un negocio de alquiler de botes y kayak. Nos ofrecían una excursión de 15 km por el río, que nos parecía muy larga, pero no podíamos hacer ninguna más corta desde allí porque no había ningun otro sitio más cercano para que la furgoneta nos pudiera recoger.
Tras ponernos los chalecos salvavidas y llevar la barca al agua hemos empezado una ruta que ha resultado ser preciosa y solitaria. Con el único sonido del golpear de los remos con el agua acompañado a ratos por el ruido de los patos o de los pájaros hemos recorrido un buen trecho del río, divisando a ambos lados solamente grandes árboles o pequeños acantilados donde los pájaros excavan agujeros para anidar. Libélulas gigantes cruzaban por delante de las canoas y durante las casi 3 horas que ha durado la ruta nos hemos sentido inmersos en el magnífico paisaje que nos rodeaba.
El río es amplio y con muy poca pendiente, las laderas de las montañas que lo rodean se reflejan perfectamente en el agua y aunque esperábamos lluvia finalmente incluso ha salido un rato el sol.
Hemos llegado muy cansados de tanto remar y de la postura que teníamos sentados en el kayak, qué alegría cuando hemos divisado el embarcadero donde nos recogían y al chico que nos había alquilado los kayaks esperándonos.
Después de una ducha y de recoger el equipaje hemos vuelto al pueblo de Cesis a comer y a visitar el castillo medieval.
Tres de sus cuatro torres todavía siguen en pie y tiene la particularidad que para recorrer la única que te dejan visitar te dan un candil con una vela. Es una experiencia única, subir las empinandas escaleras de caracol que ascienden por el torreón de piedra sólo alumbrado con la tenue luz de la vela, imaginando cómo vivían los habitantes del castillo hace 700 años, y resistiendonos a sacar la linterna del móvil.
Además de algunas dependencias del castillo también se visita el jardín, donde se encuentra una cocina medieval con su huerto y una zona donde los más pequeños pueden jugar con columpios de madera, zancos, damas e incluso ponerse un yelmo y una armadura. Ésta es una visita imprescindible en Letonia ya que el castillo es precioso y los jardines están muy bien cuidados.
Antes de irnos del pueblo nos hemos acercado a la iglesia ortodoxa de la Transfiguración de Cristo, la combinación del blanco con tonos azules de la fachada y de las cúpulas hacen que valga la pena pasar contemplarla, aunque sea uno de los templos más pequeño que nos hemos encontrado.
Y tras abandonar Cesis y el valle del Gauja nos hemos dirigido a Riga, que visitaremos mañana.
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lunes, 25 de julio de 2016
Valle del Gauja. Cesis
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