A las 8 de la mañana ya estábamos a 31º, no se si vamos a sobrevivir a este calor.
Hemos entrado en Nevada ¿alguien sabe por qué se llama así este estado si sólo hay desiertos abrasadores?
Antes de llegar a Las Vegas hemos parado en la presa Hoover Dam, cuyo único interés además de ver un lago con barcas recreativas y un puente enorme por el que pasa la carretera, es que en la primera película de Superman es la presa que se destruye.
Se puede entrar a la nave pues una parte la tienen habilitada como tienda de recuerdos con algunos acuarios en exposición. Cuando estábamos en la puerta ha coincidido que Wayde salía de las oficinas y se ha hecho una foto con los niños. Como era de suponer es todo igual que en la tele.
Y luego al centro de diversión más grande del mundo, la calle Las Vegas Boulevard, como un inmenso parque de atracciones para adultos. Tan cutre y tan glamouroso a la vez.
En forma de hoteles se puede dar una vuelta al mundo en un momento: Las pirámides de Egipto, la antigua Roma, castillos medievales, la isla del tesoro, Paris, New York o Venecia.
La parte más antigua de la ciudad que está en Fremont Street tiene un aire de años 60.
Y como no, un montón de capillas de lo más cursi, llenas de corazones en su fachada anuncian bodas relámpago.
Nos ha sorprendido ver que en cuanto sales de la calle principal desaparecen de repente los hoteles y los rascacielos, sólo quedan pequeñas casas viejas y moteles destartalados.
Estamos alojados en The Venetian y nos ha encantado. Un laberinto de pasillos y ascensores en el que necesitas un plano y preguntar 3 veces para conseguir ir del párking a la recepción y de la recepción a tu habitación. El hotel de 8000 habitaciones es como una pequeña ciudad llena de centros comerciales y que tiene una reproducción de los canales de Venezia con gondoleros incluidos, de la Plaza San Marcos y de frescos renacentistas pintados en los techos. Un cielo de mentira al atardecer que es difícil de distinguir del verdadero completa el espectáculo. No hay ventanas por lo que el tiempo parece no avanzar para que puedas pasar horas en las 100 tiendas, los 50 bares o restaurantes, los dos teatros, el museo de cera o el casino que tienes de atravesar forzosamente para llegar a los ascensores del ala de las habitaciones.
Nuestra habitación es enorme y preciosa, aunque nos hemos dado cuenta que la principal diferencia entre un hotel que cuesta 60$ y otro que cuesta 200$ es el ruido que hace el aparato de aire acondicionado.
Hemos esperado que pasaran las horas de más calor en las piscinas, jacuzzis y tumbonas del hotel, donde camareras con biquinis muy escotados, previo pago de su importe, te traen las bebidas dentro de la piscina.
Al atardecer, cuando ya no hacía tanto calor, hemos salido a pasear.
En Las Vegas es imposible aburrirse. Además de teatros de todo tipo o de apostar en los casinos, (actividades que no hemos hecho pues vamos acompañados de nuestros hijos) el solo hecho de pasear por la calle es una continua sorpresa.
Gente disfrazada de cualquier cosa se ofrece para fotografiarse con los turista a cambio de unos cuantos dólares, relaciones públicas enseñan catálogos de lo que puedes encontrar en su local, limusinas que comparten las calles con el tráfico que se va haciendo más denso a medida que avanza la noche es sólo una parte de la diversión.
Porque los hoteles compiten por atraer visitantes a sus casinos y ofrecen espectáculos a quien pasea. Una lucha de barcos de piratas y piratesas en el Tresure Island, un volcán que explota entre fuegos artificiales en The Mirage, una montaña rusa que pasa entre los rascacielos en New York New York y fuentes que se mecen al compás de la música en Bellagio.
Al volver al hotel casi a media noche el casino estaba en plena ebullición. Hombres con corbata y mujeres con tacones ocupaban las ruletas, máquinas tragaperras y mesas de black jack, con la ilusión de que esta sería su noche de suerte.
Aunque no sea una ciudad para niños nos ha gustado muchísimo a todos.
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Millas del día: 128.
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